Café de especialidad

El mejor café del mundo es de Sandia y le pertenece a Vicentina Phocco

Por Liubomir Fernández, del diario La República

Después de permitirnos recorrer su cabaña familiar y sembríos de café, Vicentina Phocco Palero revela lo que aún la motiva a pesar de todas las dificultades que le tocó vivir y lo difícil que significa apostar por la selva para forjarse un destino. “Tengo que seguir adelante, a pesar de todo”, dice. Su esposo, Pablo Mamani Apaza, que está muy cerca, la mira, la toma de los hombros, de costado, en actitud cariñosa y trata de arrancarle una sonrisa.

La pareja vive sobre los 2030 m s. n. m. en las alturas de la comunidad Cruz Pata, centro poblado de Quiquira, provincia de Sandia, al norte de la ciudad de Puno. Su vivienda es por demás sencilla. Una cabaña de madera de dos pisos en cuyo interior existe lo necesario para vivir. El único panel solar que cuentan solo les abastece de energía por tres horas para un par de focos.

El agua con el que preparan sus alimentos se extrae de un pozo natural ubicado en un cerro montañoso contiguo. El líquido elemento llega hasta su vivienda a través de un sistema de mangueras instaladas artesanalmente. La cabaña está rodeada de árboles, y desde cualquier punto en que se quiera ver el horizonte solo se puede observar enormes cerros tupidos por la vegetación. El que no conoce el camino, se pierde.

En medio de este territorio, Vicentina Phocco y su esposo se han convertido en los mejores productores de café con buen cuerpo, acidez y aroma.

La calidad de su producción fue reconocida cuando ganó el premio mundial al Mejor Café de Calidad, en la categoría de pequeños productores, en la feria Global Specialty Coffee EXPO Seattle 2018, en Estados Unidos. Desde entonces, siguieron cosechando reconocimientos.

El galardón le ha permitido ingresar al listado de mejores productores de café junto a Wilson Sucaticona y Raúl  Mamani. Los tres son las figuras más representativas de la producción del mejor café orgánico puneño. Pero a pesar del empeño de cada uno, el Estado no los ha reivindicado. Las carreteras para llegar a sus casas y parcelas se mantienen en mal estado y lejos de toda política pública.

“Ellos no quieren que estemos mal”

A pesar de ello, Vicentina se reafirma en seguir produciendo café de calidad. Ese es el compromiso que asumió la pareja luego de que dos de sus hijos perdieran la vida, víctimas de una realidad que aqueja a quienes viven en la selva puneña.

“Ellos [sus hijos fallecidos] no quieren que estemos mal. En su memoria y por la alegría de nuestros otros dos hijos, así nomás, tenemos que avanzar”, se reafirma Phocco.

Los esposos perdieron a su primera hija Nury de 14 años, en septiembre de 2009. La menor viajaba en un vehículo junto a varios de sus compañeros para participar en un desfile escolar en Alto Inambari. La unidad terminó en el fondo de un barranco. Siete fueron las víctimas.

Desde entonces, las cosas no han cambiado. Continúan los accidentes sin que nadie haga nada por mejorar las vías de penetración a la selva. Dos unidades no pueden encontrarse en sentido contrario en el mismo carril. Si se produjera un accidente, uno terminaría en el fondo del abismo. De lo contrario, uno de los conductores tiene que retroceder hasta encontrar un espacio adecuado para darle paso al otro vehículo. En periodos de lluvia la ruta es mucho más peligrosa.

Tres años después de aquel cruento suceso, en 2012, la pareja de caficultores perdió a otro de sus hijos de 18 años, llamado Ángel.

Apareció sin vida en un barranco. El caso nunca se logró esclarecer. La inseguridad es otro de los problemas que aquejan a quienes habitan en la selva puneña. Los atracos y asaltos en carreteras son cosa de todos los días, por la presencia del narcotráfico y la minería ilegal que se desarrolla en las zonas más profundas de la selva. En las carreteras todos los días hay atracos.

Tras la muerte de sus dos hijos, la pareja había decidido abandonar su pueblo. No podían con los recuerdos. Los caficultores de la asociación Cooperativa Túpac Amaru, a la cual pertenecen, les dieron ánimos. Se mantuvieron, sí; pero devastados.

“Estábamos derrotados. Lo único que nos ha mantenido era que teníamos unos clientes, y por no dejar de cumplir con ellos, seguíamos produciendo café. Pero siempre lloramos por nuestros hijos. Hasta ahora no los olvidamos. Así pasó el tiempo, y en el 2018 ganamos el premio y eso nos levantó la moral”, dice nostálgico Pablo Mamani.

La pareja de caficultores está convencida de que el espíritu de sus hijos los acompaña en todo momento. Por eso, cada vez que Vicentina Phocco recorre su chacra les habla a sus hijos como si estuvieran presentes y les agradece cuando florecen sus plantones de café.

Creen que los ayudan y los acompañan en todo momento.

En su memoria les prometieron seguir adelante. Además, cuentan con otras dos razones para no detenerse. Tienen una hija que cursa estudios universitarios y un niño menor edad en etapa escolar. Ambos son preparados por sus padres para que sean ellos los que continúen con el arte de producir café.

La carretera a Sandia y un destino incierto

Para llegar a la parcela de la pareja de cafetaleros, se requiere viajar diez horas al norte de la ciudad de Puno. La mitad del tramo es por vía asfaltada. El problema ocurre cuando la vía desciende de la cumbre más alta conocida como Sallaco (Ananea). Por lo accidentado de la carretera, en la zona hay una capilla, donde los pasajeros bajan para rezar o dejar alguna ofrenda a la cruz de la zona.

Desde este punto hasta llegar a los sembríos de café de Vicentina, el destino de los pasajeros es incierto. La carretera es angosta y un error podría hacer que el vehículo termine en el fondo de las montañas. Quienes ingresan y salen de Sandia literalmente viajan resignados a cualquier riesgo. Nadie que se precipitó como pasajero, cualquiera que sea la unidad que usó, se salvó de la muerte.

El día que llegamos a la chacra de la productora y su pareja, ambos estaban cosechando granos de café para lo que será su presentación en la Feria Internacional del Café. El lanzamiento será el 28 de julio en Sandia y el evento tendrá lugar la primera semana de noviembre en la ciudad de Puno.

El trabajo de los esposos es arduo. La faena comienza a las 03:00 y termina a las 04:00 p.m. En medio de las tres hectáreas que poseen producen el “Café de las nubes”. El nombre alude a lo cerca que se siente el cielo por la fuerte neblina que caracteriza a su chacra.

Vicentina y su esposo son unos de los 1.780 socios que producen café en Sandia. Es acopiado entre mayo y octubre por la Central de Cooperativas Agrarias Cafetaleras de los Valles de Sandia (Cecovasa), que se encarga de vender por variedades el café. De ese modo, los cafetaleros obtienen mejores precios por su producción y se evita al intermediario. Cecovasa informó a La República que la producción bordea los 2.277 quintales anuales. El 70 % se vende a mercados de Europa, 20 % se va a Estados Unidos y el resto a los países asiáticos.

Los esposos aseguran que no pueden alejarse de su parcela porque el enemigo del café es la roya y ante la menor sospecha deben adoptar medidas.

Con el ocaso, Vicentina comenzó a alistarse para pasar la noche en medio del monte. Nosotros optamos por regresar por los peligros que significa movilizarse en la noche. Así es la vida de esta pareja que día a día apuestan por ser los mejores productores de café.

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